
El viaje a pie parecía un poco exajerado, ya que la distancia que debíamos recorrer era bastante larga, pero pese a lo absurdo que le pareció a algunos de mis compañeros esta decisión, a poco andar notaron la utilidad de no usar algún medio de transporte ni de magia para llegar a nuestro destino. Además, el camino entre Búlderain y la vecina ciudad de Garúa no dejaba de ser muy bello, pese a haber hecho el trayecto una y otra vez.
A poco andar el grupo se fue conociendo y fue naciendo un lazo de amistad entre todos que llegaría a ser inquebrantable. Así la caminata se hizo mucho más ligera y el tiempo pasó rápido hasta la caída de la noche.
...
Al día siguiente llegamos a Garúa pasado el mediodía. Había algo en el ambiente que de inmediato me llamó la atención y al poco tiempo de nuestro arribo ya sabía que algo no andaba bien. Los garúanos estaban inquietos y, al llegar a una céntrica plaza de la ciudad, nos encontramos con un grupo de ellos reunidos en torno a un viajero, cuyas noticias no eran nada alentadoras. Para colmo...
Sólo llevábamos dos días de viaje y los problemas ya comenzaban, mucho antes de lo que esperaba."