Al entrar al vestíbulo del Templo del Gran Concilio de Magia y Hechicería, la pequeña Yánadil miró emocionada a su madre que la llevaba tomada de la mano. Sintió una extraña sensación cuando vio su enorme barriguita que tenía en su interior a su futuro hermano o hermana. Luego miró a su padre, que la llevaba de la otra mano, quién le devolvió la mirada junto a una enorme sonrisa que mostraba lo orgulloso que estaba de ella. Y como no iba a estarlo. La pequeña Yánadil se uniría ese día a la consejera Séfil Manut, para comenzar su entrenamiento de Artes Mágicas Avanzadas a cargo de la Maestra del Aire. Si había sido aceptada como aprendiz Yépad de la gran Séfil, era porque Yánadil tenía un talento especial, superior al promedio.
Yánadil estaba muy entusiasmada, pese a que no comprendía muy bien a que se debía tanto alboroto. Y era comprensible que una niña de 12 años no entendiera bien a lo que iba. Ella sólo sabía que iba a ser preparada para ser una persona muy importante.
Yánadil estaba muy entusiasmada, pese a que no comprendía muy bien a que se debía tanto alboroto. Y era comprensible que una niña de 12 años no entendiera bien a lo que iba. Ella sólo sabía que iba a ser preparada para ser una persona muy importante.