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Nací en la ciudad de Búlderain, capital del país de Raig, conocido también como el Reino de los Magos. Mis talentos me permitieron iniciarme a tempra edad en las cuatro disciplinas elementales de la magia: Agua, Tierra, Viento y Fuego. Además de eso, recibí del Gran Concilio de Magia y Hechicería el grado superior de Véspalid siendo yo muy joven aún. Si quieren saber más, pueden postear y comentar.

miércoles, enero 31, 2007

Cuando Yánadil conoció a Blas (6a parte y final)


Así pasaron ocho años, ocho largos años, en los que Yánadil recordaba con ternura y añoranza el tiempo en que estudiaba junto a Blas. Transcurridos ocho años, la maestra Séfil la citó al Templo, lugar donde se iba a llevar a cabo una reunión de emergencia del Gran Concilio. Ella, junto a los discípulos de los otros doce consejeros, iban a formar un equipo cuya misión les sería revelada por el líder del grupo, al que conocerían tras la reunión. Lo único que se le informó es que la misión era de suma importancia, así que debía tomarla muy en serio.
Yánadil llegó temprano al Templo, lugar al que ya no iba tan seguido después de haber terminado su instrucción formal con Séfil. Allí debía esperar junto a los otros Yépads en el vestíbulo de los Pilares de las Artes Mágicas. La espera no fue muy larga, pues a la hora señalada llegó quién sería el guía del grupo: Blas. Entonces su corazón dio un brinco y comenzó a latir aceleradamente. Hacía mucho tiempo que no lo veía y cuando pasó frente a ella notó lo apuesto que estaba.
Desde entonces, pese a que durante su juventud hubo muchos varones que pretendieron conquistarla, ella no tuvo ojos más que para quién llegaría a ser el amor de su vida… Blas Zemérik.

jueves, enero 18, 2007

Cuando Yánadil conoció a Blas (5a parte)

Yánadil no se daba cuenta de que la competencia autoimpuesta contra Blas le había hecho avanzar mucho en su educación. La guía de Blas había sido fundamental para ella, quién ya se destacaba entre los discípulos de Séfil Manut, quién había recibido nuevos Yépads, pero menos aventajados que sus pupilos estrella.
La pequeña Yánadil creció al alero de Séfil y, según ella, a la sombra de Blas. Pero, pese a que le costó mucho trabajo, fue capaz de ir superando esa antipatía que sentía por él, llegando a considerarse un poco tonta por ello.
Tras dos años de duro entrenamiento, Yánadil había alcanzado un nivel superlativo para una niña de 14 años. Además había creado un fuerte lazo de amistad con su maestra, a quién confiaba casi todo. Casi, pues no se atrevía a decirle que sentía cierta atracción por uno de sus discípulos. Y no cualquiera de ellos. Blas había dejado de ser para ella el niño engreído que consideraba al principio, para transformarse en un muchacho apuesto e inteligente.
Tenía muchas ganas de contárselo a su maestra, pero por alguna razón no se atrevía. Hasta que una mañana recibió la noticia que la hizo estremecer: Blas ya no seguiría entrenando bajo la dirección de Séfil, pues ya había terminado sus lecciones y debía comenzar su instrucción con otro de los consejeros del Concilio. El día que Blas se fue a despedir de ella, Yánadil se dio cuenta de que había sido gracias a Blas que había crecido de la forma en que lo había hecho y que lo que sentía por él estaba lejos de ser un simple capricho adolescente. Pero Blas se iba ya y desde entonces serían contadas las veces que pasarían tiempo juntos, pues ambos estarían muy ocupados con sus entrenamientos.
A partir de entonces, cada vez que se encontraron fue siempre en reuniones o celebraciones en las que acompañaban o a sus padres o maestros. O, en otras ocasiones, él iba acompañado por una amiga de infancia, con la que parecía llevarse muy bien, así que Yánadil prefería mantener la distancia. A pesar de ello, fueron capaces de mantener una amistad cercana, dentro de lo que les fue posible hacerlo.