
Pero a Yánadil poco le importaba eso y ni siquiera sabía lo especial que era Blas. Lo único que le interesaba era estudiar mucho y entrenar con dedicación para poder estar al mismo nivel que él o, incluso, poder superarlo.
Y eso se notó desde el primer día que tuvieron una lección juntos:
-Hola –saludó Blas a Yánadil.
-Hola –respondió ella. -¿Cómo…?
-¡Shhh! Ya llegó la maestra Séfil –interrumpió Blas.
“Que antipático”, pensó ella. Ese mismo día se esforzó por imitar todo lo que Blas hacía, pero no obtuvo más que intentos vanos por realizar sus primeros hechizos avanzados. El muchacho, por su parte, lo hacía todo bien. Y así fue durante los primeros meses de entrenamiento, los chicos no se llevaban muy bien, pero Blas se esforzaba por corregir los errores que la niña cometía.